Discriminación

Cuando era pequeña, a mis hermanos y a mi, nos discriminaban por tener mezcla de sangre asiática (mi abuelo materno era de china). Así mismo, en el círculo de asiáticos radicados en Guatemala nos excluían por tener mezcla de sangre chapina.
Cuando fui grande y me convertí en académica relativamente muy joven, mis vecinas con ideas diferentes a las mías, no me veían con buenos ojos, por no realizar tareas “de mujeres” (lavar, planchar, cocinar, etc.).
También, cuando viajé a México y Estados unidos, recibí discriminación por ser guatemalteca y latinoamericana. Dicho sea de paso, una conocida que realizo su doctorado en La Sorbona, me comentaba que los catedráticos le decían: “Hey usted, la tercermundista”
El colmo es que en la sociedad chapina se nos discrimina por el simple hecho de “Ser mujer”, como si fuéramos únicamente una extensión del hombre.
No soy feminista, pero llegar hasta donde estoy me ha costado el doble que si hubiera nacido hombre. Una vez un catedrático de la universidad me dijo: Mónica, allá afuera el mundo está hecho para nosotros.
Entiendo perfectamente los sentimientos de nuestros hermanos discriminados, los mayas, los ancianos, las personas discapacitadas, las mujeres, la personas con diferente ideología, etc., porque yo misma los he sentido.
No escribo esto con el fin de jugar a la víctima, sino para recalcar que algo bueno he sacado de toda esta historia, la cual realmente no ha sido tan dramática como otras que conozco, pero me ha servido de motivación y aliciente para nadar contra la corriente y corroborar que podemos alcanzar lo que nos han dicho que era inalcanzable; en Selecciones que publica México del mes pasado (y no es propaganda) hay un artículo que se llama “Me dijeron que no podía”, son historias realmente inspiradoras, que nos demuestran cuánta capacidad tiene el ser humano de sobreponerse a las adversidades.