Tengo una hija de siete meses, yo como su madre, le enseño a ella pero ella me enseña mucho mas a mi; hace algunos días, la tenía sentada en mi regazo, viendo hacia mi, sostenida con las dos manos en su espalda, ella se echaba para atrás en son de juego y pensé en lo confiados e inocentes que son los niños, ella sin duda aseguraba que yo no la iba a dejar caer. Esa pequeña acción me hizo reflexionar, ¿en qué momento de nuestras vidas, los adultos dejamos de confiar en los demás?, posiblemente por las experiencias de la vida, pero esas mismas experiencias son las que nos hacen perder nuestra inocencia, nuestra capacidad de confianza incondicional, la que más tarde lucharemos por recobrar.
11/12/2006
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